4 abr 2012

PARA VER SU ROSTRO...

Mateo 11:25-30


"Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón..."


A Bertel Thorvaldsen, un famoso escultor danés, le encargaron que hiciera una estatua de Cristo. En primer lugar, tomó un poco de barro muy maleable e hizo una representación a escala. Después, se fue del estudio para darle tiempo al barro recién formado para que se secara y se endureciera. Sin embargo, durante la noche hubo un rocío sumamente denso, procedente del mar, y alteró la figura.

Cuando el escultor regresó al siguiente día, pensó que su incipiente obra maestra se había arruinado. Las manos, que antes habían estado en alto como si fueran a bendecir, en ese momento estaban hacia delante como si hicieran una invitación. La cabeza de Cristo, que antes tenía los ojos hacía el cielo, entonces miraba al suelo, ocultando parcialmente el rostro.

Mientras observaba la figura, Thorvaldsen se dio cuenta de que así era como debía esculpir la estatua definitiva. "En realidad -exclamó-, si quieres ver el rostro de Cristo, tienes que humillarte y ponerte de rodillas."

 Cuanto mas aprendemos de Cristo, mas deberíamos desear reflejar su mansedumbre y humildad. Pero ¡cuanto nos falta! no siempre somos verdaderamente mansos ni humildes de corazón. (Mateo 11:29)

Ser humilde, no se refiere a una postura corporal, sino a una actitud del corazón, cuanto mas y mas aprendemos de Jesucristo, mas es nuestro deber de imitarlo, porque ejemplo nos ha dejado para seguir, y tanto mas nos parecemos a él, el orgullo y el egoísmo desaparecen de nosotros. Para poder ver su rostro, tienes que humillar tu corazón.